Mi mejor amigo es un correo no respondido
(Y aún así sé que me quiere)
Por: Carla Huidobro
Mi mejor amigo no me ha contestado.
Y lo entiendo.
Porque yo tampoco he dormido
y tengo diez pestañas abiertas
que no son nuestras conversaciones.
No me clavo.
No lo tomo personal.
Sé que su silencio no es desinterés,
es colapso.
Es estar sumergido en papers,
en clases que no dan tregua,
en deadlines que devoran almuerzos y afectos.
Mi mejor amigo es un correo sin abrir.
Un “escribiendo…” que nunca se convirtió en mensaje.
Un audio que no ha llegado,
pero que yo escucho igual,
porque ya me sé su tono,
su pausa,
su forma de decir “perdón”
aunque no tenga que hacerlo.
No lo busco para que me rinda cuentas.
Lo busco para saber si comió.
Y si no responde, no pasa nada.
Le dejo flores en forma de stickers.
Un meme académico.
Un “te entiendo sin que digas nada”.
Porque nuestra amistad no se mide en presencia,
se mide en complicidad.
Y yo sé —aunque no me lo diga—
que cuando me lee,
se siente en casa.
Como yo cuando lo leo,
aunque hayan pasado semanas
y el último mensaje tenga fecha de otro mes.
Así funciona esto:
te quiero aunque no me hables.
Te cuido aunque no estés.
Y cuando aparezcas,
ni siquiera tendré que preguntar por qué tardaste.
Porque ya lo sé.
Porque ahí estuve también.
Mi mejor amigo es un correo no respondido.
Y eso no lo hace menos amigo.
Lo hace real.