¿Y si educamos sin haber entendido lo que es pensar con máquinas?
Basado en: Molina-Montalvo, H., Macías Villarreal, J. C., & Haces Atondo, G. (2025). Impacto, percepciones y uso de ChatGPT en la formación de estudiantes de pedagogía y educación. Tecnología, Ciencia y Educación, 31, 59–89. https://doi.org/10.51302/tce.2025.24301
Por: Carla Huidobro
Te has sentado frente a la computadora.
No hay tarea imposible, te repites. Solo necesitas concentrarte, escribir el ensayo, responder las lecturas, tal vez entregar ese proyecto final. Pero algo flota en el aire: una tensión nueva, un atajo tentador. ¿Lo hago yo o le pregunto a ChatGPT?
Hay una respuesta inmediata al otro lado de la pantalla, pero no sabes si confiar. El cuerpo sabe que algo cambió, aunque nadie te explicó del todo qué.
La IA ya está aquí, pero aún no sabemos qué hacer con ella
Este estudio, realizado por Hugo Molina-Montalvo, Julio César Macías Villarreal y Gerardo Haces Atondo, quiso mirar con lupa algo que ya ocurre todos los días: cómo usan ChatGPT quienes se están formando para ser docentes. Encuestaron a 403 estudiantes de pedagogía y educación en 10 universidades mexicanas.
Encontraron una contradicción que grita: las y los estudiantes valoran positivamente a ChatGPT, dicen que mejora su rendimiento académico, les ahorra tiempo, les ayuda a entender temas complejos.
Pero —y aquí el nudo— más de la mitad no lo usa con frecuencia, casi el 70 % jamás recibió capacitación, y una cuarta parte ni siquiera conoce sus implicaciones éticas.
No solo es una app. Es una grieta.
Cuando usamos una herramienta sin entender cómo opera, qué sesgos arrastra o qué hábitos de pensamiento nos impone, no estamos usando una tecnología: estamos siendo usados por ella.
Este artículo hace visible esa ausencia de brújula. No por culpa del estudiantado —que se muestra curioso, abierto y con ganas de aprender—, sino por una falta estructural de alfabetización tecnológica y ética en su formación profesional.
Las cifras lo confirman:
91 % afirma que ChatGPT mejora su rendimiento académico.
96 % dice que mejora su comprensión de temas.
Pero solo 43 % lo usa regularmente.
Y solo 31 % ha recibido algún tipo de capacitación.
¿Qué aprendemos cuando nadie nos acompaña a pensar lo que hacemos?
El estudio muestra también que la herramienta se usa sobre todo para:
Buscar información (64.7 %)
Comprender temas difíciles (52.9 %)
Generar ideas (48.2 %)
Pero menos para aprender idiomas, desarrollar pensamiento crítico o crear materiales didácticos.
No porque no sirva para eso. Sino porque nadie ha enseñado cómo.
La mayoría de las y los estudiantes afirma usarla "éticamente", pero una de cada cuatro personas no sabe a qué se refiere eso exactamente.
Usar ChatGPT no es el problema. No haber discutido su sentido, sí.
Si no enseñamos a las futuras generaciones de docentes a usar la IA con criterio, sensibilidad y ética, ¿qué tipo de enseñanza reproducirán cuando estén al frente del aula?
Este estudio no promueve el uso ciego ni el rechazo automático de ChatGPT. Lo que reclama —con datos, no con alarmismo— es una conversación urgente sobre cómo formar críticamente a quienes formarán.
Si la IA llegó antes que la ética, es momento de emparejar el paso.
¿Y si enseñamos como si cada herramienta fuera también una pregunta?
Este artículo no es un llamado al pánico. Es un espejo.
Uno que nos recuerda que no basta con saber usar una tecnología. También hay que pensar lo que nos hace, lo que nos pide, lo que desplaza sin que nos demos cuenta.
En una era donde el pensamiento puede automatizarse, la educación no puede reducirse a resultados rápidos ni respuestas precisas.
Hace falta silencio. Pregunta. Contrapregunta.
Y sobre todo, formación ética radical para un mundo donde la inteligencia ya no es solo humana.